Temas de actualidad

El gran confinamiento
Franz Rainer, WU Viena – 12/2/2021
En la historia de la humanidad, las grandes epidemias causaron más estragos que las guerras: la gran peste de 1348/49 se llevó a un tercio de la población europea, la viruela y otras enfermedades infecciosas, se supone, al 90 por ciento de la población indígena durante la conquista de América, y la “gripe española” de 1918/20, a más personas que la Primera Guerra Mundial. Fue esta la última vez que el mundo occidental había sido golpeado por una gran epidemia, quedando las otras limitadas a unos pocos países de Asia y África.
El 31 de diciembre de 2019 China notificó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la aparición de un nuevo tipo de neumonía debida, como poco después se sabrá, al contagio con un coronavirus en el mercado de animales vivos de la ciudad china de Wuhan. Por la alta contagiosidad y el gran número de contagiados asintomáticos, la nueva enfermedad, bautizada Covid-19, se propagó con enorme rapidez en el mundo entero. El 11 de marzo de 2020, la OMS calificó la Covid-19 de pandemia. En España, la curva de infectados ya alcanzó su primer pico el 30 de marzo, obligando al gobierno a actuar con contundencia.
Como muchos otros países, España se dio cuenta de que su sistema sanitario no estaba preparado para una epidemia de tal magnitud. El número de plazas en las unidades de cuidados intensivos (UCIs) era insuficiente, de manera que estas rápidamente llegaron a saturación. No hubo reservas estratégicas de equipamiento médico y sanitario, y en un mercado internacional enrarecido respiradores, pruebas diagnósticas, mascarillas, guantes y ropa de protección solo podían conseguirse en cantidades insuficientes y a precios desorbitados. Era insuficiente también la capacidad de hacer test y de rastreo de los contagiados. Por la alta mortandad, incluso los servicios funerarios se vieron desbordados.
Para salvar vidas y reducir el riesgo de contagio, el gobierno decidió sacrificar la economía, adoptando medidas drásticas: se cerraron las fronteras, escuelas y universidades, campos de fútbol y teatros, restaurantes y bares, gran parte del comercio, e incluso fábricas y talleres. La población misma fue confinada en casa durante varias semanas.